jueves, 19 de julio de 2007

El divorcio después del divorcio (1ra parte)

Disculpen, pero si alguien quiere utilizar este título para una edición literaria, llegaron tarde, ya lo registré. Y es que desde hace poco me pasea por la mente escribir sobre las consecuencias del divorcio, de cómo se sigue la carrera de la destrucción, o lo que es lo mismo cómo le apagamos la luz a nuestro Dios interno para dejar de construir. Podrá tildarse que lo que escriba sea una autocrítica y parte de una autobiografía por tener casi 7 años de esa experiencia y créanme que mientras lo hago, más me convenzo de que la posibilidad de ser mejor cada día depende de mí y de más nadie. Paradójicamente escribo éstas líneas justo en el año que mis padres cumplen la bicoca de 50 años de casados, como dice mi padre: "hay que echarle".

Recientemente conversaba con una gran amiga que decía que no celebraba un aniversario de bodas hasta tanto su matrimonio no volviera a caminar en el carril de lo mutuo, no quise polemizar con ella, soy respetuoso de las decisiones de los demás y prefiero ver en privado cómo se ajusta en mi realidad una posición de tamaña envergadura, y a mi juicio, el camino no me parece el correcto porque percibo que la decisión es unilateral, no es consensuada con su esposo y así como puede afectarlo tal vez no lo haga, en fin, esta pareja aún sigue en su lucha, quiero decir, no se han divorciado pero el camino que llevan puede ser precisamente el de la separación. Es el propedéutico de la competencia, del descuido, de la pugna: "si él no lo hace yo tampoco" y viceversa. Cada día el orgullo, el egoísmo, la envidia y la ambición se van apoderando de cada cónyuge; ya el efecto post reclamo cada vez es menor, ya el discurso reflexivo no surte el mismo efecto.

Desde el matrimonio de mis padres hasta nuestros días evidenciamos cómo la sociedad ha cambiado, evolución o involución, pues cada quien que desarrolle su mejor juicio. El consumismo ha tomado mayor protagonismo, gastamos nuestro dinero comprando de todo, lo usamos y luego que no nos sirve o pasa de moda lo botamos; hasta nuestros legisladores inventan nuevas alternativas para hacernos las cosas más rápidas y fáciles, pero eso sí, con la asistencia del abogado y sus correspondientes honorarios, así pues existen divorcios express de apenas mes y medio o convencionales de un año y pico. Poco a poco nos transformamos en una suerte de "control de calidad de productos de producción masiva", cambiando a cada rato de pareja, ejercitando la intolerancia y repitiendo esquemas, acumulando matrimonios y divorcios mientras otros podemos ser una "edición especial" y como tal, hay que pelearlos hasta conseguirlos, cómo cuesta encontrar un ejemplar, aseguramos que son muy pocos en su género y en consecuencia se puede escuchar frases como: "es que no hay hombres, los que hay son casados y cuando encuentras a uno pues tampoco quiere compromiso"; e igual sucede entre los panas: "las mujeres están desatadas, ya no se puede confiar en ellas y lo que quieren es divertirse y que le paguen su diversión, hoy con uno y mañana ya buscan el reemplazo porque billete mata galán".

Como si se tratase de comprar un par de zapatos, siempre los más atractivos son los del vecino o los de quien camina muy lucido en el centro comercial, andamos de vitrina en vitrina buscando lo que en nuestro closet se encuentra, seguramente no en las mismas condiciones físicas, y aún teniéndolas, se deja escuchar: "que hace tremendo caramelito cenando con ese gordo y feo", "mira a ese bombón con semejante pata en el suelo", "¿qué le vio?", "cómo se le ocurre al adonis de la urbanización casarse con esa que no sabe hacer nada", “¿pero si es una niña?”., “la chequera hermano, la chequera”. Criticamos al vecino, lo desprestigiamos internamente, hasta lo ofendemos para así exaltar y sobreponer nuestros naturales “valores” que representan el traje a la medida de la pareja del vecino, somos el anillo al dedo de lo que "desafortunadamente" hoy lo acompaña él y no a nosotros.

Muy lejos, a millas de distancia estamos de ser capaces de ver hacia nuestro interior para no caer en cuenta que hay un gran vacío, que nos hemos descuidado, que no somos capaces de resolver nuestro propio conflicto, que hemos faltado en buscar la leña para mantener vivo el calor del hogar, que hemos abandonado nuestro primordial compromiso del matrimonio, que hemos cambiado nuestra forma de pensar dejando de conjugar verbos en plural por singular.

Y como tanto cuesta "ser feliz", como tanto cuesta "ceder y pensar en pareja", como es tan difícil disfrutar de esas pequeñas cosas como es la familia y el hogar, como es tan aburrida y "cuaima" la mujer que me espera en casa, como es tan fácil la voluptuosa asistente administrativa que me sonríe todos los días y no me pelea el paño húmedo sobre la cama, como es tan fácil divorciarse y pagarle a un abogado que anda "pelando" pues en ese tobogán nos lanzamos cuando vemos que todo ya está perdido y que no vale la pena luchar porque "nadie, a estas alturas del partido, va a cambiar".

Pero, en unos casos, eso es sólo el principio y lo peor puede venir después...

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