Vaya dilema al momento de decidir si nos largamos del país que nos vio nacer o si nos quedamos con la vida que llevamos en él, y es que la decisión no es fácil. Hay varios factores a considerar; unos de forma, que innegablemente debemos atender y otros de fondo que son lo que nos mueve a pensar en nuestra vida como extranjeros. Según mi lógica, lo primero que se debe tener presente es a dónde voy, esto trae un paseo e internalización de los cambios climáticos, dominio del idioma, la cultura y las costumbres de ese país destino, su religión, las oportunidades de trabajo (si es que no vamos como expatriados) y el nivel de vida (acceso a los alimentos, inmuebles, seguridad y servicios públicos), inclusive el régimen político y sus líderes. Todo junto en una balanza debe pesarse e inclinarse hacia ese destino, eso significa que encontraremos mejores condiciones y menos dificultades allá que las que tenemos acá.
Como nos asiste la razón y no simpatizamos con la aventura y la ilegalidad y no queremos vernos deportados, el paso consecuente es la obtención de la visa que seguramente aquel ansiado país exigirá, y sin quejarnos del déspota o arrogante funcionario de la embajada, de la gran cantidad de gente que allí se da cita o de los innumerables requisitos, pues ahí empezaremos mal, porque respetarlos es necesario para llegar a lo que queremos.
Con el apoyo u orientación de “alguien” que nos recibe así como una modesta cantidad de divisas para nuestra entrada y estadía inicial, no tanto como para llevarlo en un maletín, serían los puntos concluyentes de forma o puntos básicos para nuestra incursión en otras tierras.
El bendito problemita son las razones de fondo para hacer un viaje de estadía definitiva, si no estamos claros en esto, pudiéramos estar tocando las puertas de un fracaso, más de uno luego de haber llegado se ha devuelto. Si se busca una vida más fácil pues hay que decir que esos tiempos pasaron porque afuera estaremos disputando puestos de trabajo con nativos y con otros similares a nosotros, salvo que tengamos la capacitación reconocida para ejercer una responsabilidad determinada porque obtener un puesto de trabajo en otro país no es tarea sencilla. Si con nuestra partida lo que se quiere es huir de problemas, pues les aseguro que allá estaremos mucho más pendientes de lo que suceda en nuestra tierra y con seguridad encontraremos otros que acá no tenemos, eso es un tiro al piso ya que se trata de un enfoque que necesariamente debe dejar de formar parte de nosotros, quiero decir, debemos dejar de valorar y apreciar los problemas con la misma frecuencia que lo hacemos acá.
Tampoco podemos ir engañados por lo que una vez de turistas vivimos, ya de residentes la realidad es otra porque el que compra para llevarse un souvenir se le trata distinto, de hecho visita lugares distintos, se prepara para un clima específico y no para uno que varía cada tres meses; quien nos recibe por un mes o semanas seguramente no tendrá el mismo genio a los cinco meses de convivencia, a menos que se trate de nuestro propio hermano o nuestros padres.
Tenemos que estar preparados para el cambio, un cambio radical, y es que no se trata de cualquier mudanza porque muchas cosas no podrán acompañarnos, entre ellas la más difícil de abandonar: la familia, si es que somos pegados a ella; y así los amigos, la patria, las rumbas, los paseos, la playita, el béisbol, el trabajo, en fin, afectará a cada quien dependiendo sus costumbres. Migrar a otro país puede afectarnos emocionalmente. Es convivir con personas diferentes, formas de pensar distintas, es romper con los vínculos más profundos, de ahí lo difícil que es tomar esa decisión, es acostumbrarnos a otra geografía y enfrentar, en algunos casos, hasta la discriminación.
La fórmula que pudiera recomendar para superarlo y tener éxito es crearnos un ambiente de pleno convencimiento, la apuesta positiva a que esa vida es la que queremos para nosotros y lo lograremos, con fe con auto confianza, conociendo y haciendo uso de los valores que más nos identifican, sobreponiéndonos cuando la debilidad se haga presente, dándole corto espacio a los momentos de añoranzas y tristezas, pensando mejor que quienes se quedan estarán contentos con nuestras buenas noticias, que pronto, gracias a nuestro esfuerzo, siempre nos volveremos a reunir; así es que convertiremos esa energía a nuestro favor haciéndonos dueños de nuestras emociones.
Creo que la posibilidad de hacer vida en donde aseguramos existen las condiciones que nos merecemos es un sueño que puede hacerse realidad, una oportunidad más para trascender en nosotros primordialmente, porque sólo de nosotros depende el éxito.
Como nos asiste la razón y no simpatizamos con la aventura y la ilegalidad y no queremos vernos deportados, el paso consecuente es la obtención de la visa que seguramente aquel ansiado país exigirá, y sin quejarnos del déspota o arrogante funcionario de la embajada, de la gran cantidad de gente que allí se da cita o de los innumerables requisitos, pues ahí empezaremos mal, porque respetarlos es necesario para llegar a lo que queremos.
Con el apoyo u orientación de “alguien” que nos recibe así como una modesta cantidad de divisas para nuestra entrada y estadía inicial, no tanto como para llevarlo en un maletín, serían los puntos concluyentes de forma o puntos básicos para nuestra incursión en otras tierras.
El bendito problemita son las razones de fondo para hacer un viaje de estadía definitiva, si no estamos claros en esto, pudiéramos estar tocando las puertas de un fracaso, más de uno luego de haber llegado se ha devuelto. Si se busca una vida más fácil pues hay que decir que esos tiempos pasaron porque afuera estaremos disputando puestos de trabajo con nativos y con otros similares a nosotros, salvo que tengamos la capacitación reconocida para ejercer una responsabilidad determinada porque obtener un puesto de trabajo en otro país no es tarea sencilla. Si con nuestra partida lo que se quiere es huir de problemas, pues les aseguro que allá estaremos mucho más pendientes de lo que suceda en nuestra tierra y con seguridad encontraremos otros que acá no tenemos, eso es un tiro al piso ya que se trata de un enfoque que necesariamente debe dejar de formar parte de nosotros, quiero decir, debemos dejar de valorar y apreciar los problemas con la misma frecuencia que lo hacemos acá.
Tampoco podemos ir engañados por lo que una vez de turistas vivimos, ya de residentes la realidad es otra porque el que compra para llevarse un souvenir se le trata distinto, de hecho visita lugares distintos, se prepara para un clima específico y no para uno que varía cada tres meses; quien nos recibe por un mes o semanas seguramente no tendrá el mismo genio a los cinco meses de convivencia, a menos que se trate de nuestro propio hermano o nuestros padres.
Tenemos que estar preparados para el cambio, un cambio radical, y es que no se trata de cualquier mudanza porque muchas cosas no podrán acompañarnos, entre ellas la más difícil de abandonar: la familia, si es que somos pegados a ella; y así los amigos, la patria, las rumbas, los paseos, la playita, el béisbol, el trabajo, en fin, afectará a cada quien dependiendo sus costumbres. Migrar a otro país puede afectarnos emocionalmente. Es convivir con personas diferentes, formas de pensar distintas, es romper con los vínculos más profundos, de ahí lo difícil que es tomar esa decisión, es acostumbrarnos a otra geografía y enfrentar, en algunos casos, hasta la discriminación.
La fórmula que pudiera recomendar para superarlo y tener éxito es crearnos un ambiente de pleno convencimiento, la apuesta positiva a que esa vida es la que queremos para nosotros y lo lograremos, con fe con auto confianza, conociendo y haciendo uso de los valores que más nos identifican, sobreponiéndonos cuando la debilidad se haga presente, dándole corto espacio a los momentos de añoranzas y tristezas, pensando mejor que quienes se quedan estarán contentos con nuestras buenas noticias, que pronto, gracias a nuestro esfuerzo, siempre nos volveremos a reunir; así es que convertiremos esa energía a nuestro favor haciéndonos dueños de nuestras emociones.
Creo que la posibilidad de hacer vida en donde aseguramos existen las condiciones que nos merecemos es un sueño que puede hacerse realidad, una oportunidad más para trascender en nosotros primordialmente, porque sólo de nosotros depende el éxito.