lunes, 16 de marzo de 2009

Reflexiones de ayer...

Aunque muchas mujeres así no lo crean, muchos hombres reflexionamos, unos más que otros y algunos parecieran no hacerlo nunca. Yo confieso estar en un profundo momento de reflexión luego de un “error conductual”, ante todo la responsabilidad y ésta me dice que no debo justificarme, no soy de los que acumulan agendas de motivos y no quiero echarles mano a ellos, es preferible revisar lo sucedido, entender la torpeza y sobre todo reparar el daño que generé, todo el firme ánimo de seguir adelante con la conducta adecuada, a donde siempre debemos apuntar como objetivo de vida.

De nuestros errores, lo más importante es aprender de ellos, esto es un proceso de “autodeconstrucción”, que es un proceso contrario al construir pero con análisis, allí llegamos a quitar poco a poco nuestras “capas”, nuestra propia estructura y lograr encontrarnos para ver desnudos nuestros valores y nuestros miedos y confrontarlos; es así como podemos dejar en el pasado lo que sólo al pasado pertenece y fijarnos, sí, una nueva meta, esto es lo que algunos llaman, “reinventarse” o también “renovarse”.

Lo anterior es un proceso que no es tan fácil como desarmar y armar nuevamente un lego, es romper con el falso ídolo que estamos creyendo ser y proyectando muy independientemente de nuestra condición humana por el simple hecho de habernos propuesto “no errar”. En ese proceso nos damos cuenta que pudimos promover un sufrimiento, una tristeza, pudimos causar daño, pero cuando llegamos al origen, a la esencia, podemos comprendernos; una vez leí al final de una película que quien más sufre es quien no sabe a dónde va.

Concentrando nuestra energía en la autoreconstrucción, seguramente buscaremos establecer un mecanismo que propenda a resarcir aquel daño, pero la única y mejor forma siempre será con la edificación de nuestra conducta, de nuestro pensamiento; así reafirmaremos nuestro propósito, ese que una vez escribimos y nos atrevimos a compartir para establecer un compromiso.

En un proceso de reflexión, en un evidente proceso “deconstructivo” y reconstructivo, un hombre (desconocido) una vez escribió inmejorables líneas para una mujer como pieza fundamental de su estructura, gesto maravilloso e indudablemente válido porque no siempre nos la sabemos todas y en donde precisamente busca su inclusión, es un espacio donde se permite coexistir. Es un escrito de aquellos donde siempre suelo decir ¿por qué no lo escribí yo?... en fin, quiero así expresar que coincido con cada letra; lo leí en ocasión al Día Internacional de la Mujer, a ellas mi admiración y respeto pues provengo de una mujer excepcional.


Si aprendemos a dejar que la mujer
nos enseñe a entregarnos
sin perder, con ello,
la esencia del ser hombre

Si dejamos que ella sea, cuando lo quiera,
quien proponga
en forma abierta lo que quiere hacer con nuestro cuerpo
en tiempo de placer

Si permitimos que nos aconseje
sobre lo que nos conviene
permitiéndole que nos guíe
en terrenos que para nosotros
señalan confusión de emociones

Si le respetamos sus pensamientos
y sus aportes
porque parten de otra perspectiva
que siempre terminará por enriquecernos ...
y otras muchas, de salvarnos ...

no dejaremos de ser hombres sino, por el contrario,
dejaremos de intentar demostrarlo
para realmente llegar a serlo.